Los etruscos, por sus peculiaridades etnográficas y lingüísticas, políticas y culturales, fueron tan diferentes de los demás pueblos de la Italia antigua que aún hoy se sigue hablando del "enigma etrusco".
Heródoto afirmaba que se trataba de un pueblo oriental que había emigrado desde Asia Menor y se había establecido en la Toscana. En época de Augusto, Dioniso de Halicarnaso sostenía la idea de que eran habitantes autóctonos. La "cuestión etrusca" sigue abierta.
Asentados a principios del primer milenio a.C. en el amplio territorio de la Italia central tirrena, los etruscos llegaron a ocupar grandes áreas del valle del Po, hasta el Adriático, y parte de la Campania costera. Incluso Roma estuvo sometida a la influencia política y cultural de Etruria bajo la dinastía etrusca de los Tarquinios. El declive llegaría a partir del siglo III a. C., cuando Roma fue conquistando todas las poderosas ciudades de Etruria, que perdieron entonces su independencia política y también su autonomía cultural y artística.
A Etruria llegaron, gracias a sus relaciones comerciales con griegos y fenicios, los estilos y las costumbres de la fastuosa y refinada vida en las cortes orientales. Sus príncipes guerreros dejaron ampliios testimonios de su poder en singulares objetos de bronce y materiales preciosos: tronos y flabelos, carros y arreos de aballo, calderos, cántaros y espléndidas copas de producción fenicia, griega y etrusca, elaborados en oro, plata, cerámica pintada o búcaro- la característica cerámica negra etrusca.
Si algo caracteriza la civilización etrusca son sus necrópolis. El culto a la muerte y la creencia en que el difunto subsistía en el mundo de ultratumba exigían decorar las tumbas con un ambiente doméstico.En los sarcófagos se representa la figura del difunto reclinado; en algunas ocasiones el sarcófao acoge a una pareja de esposos y sobre la tapa aparecen ambas figuras.